La fotofobia como su nombre indica es la aversión a la luz. Se da en situaciones en las que se produce un exceso de luz, los ojos tienen una reacción de defensa y acusan la molestia.
Alguna de las causas pueden ser:
- Migrañas
- Inflamación interna del ojo
- Ulcera de la córnea
- Meningitis
- Quemaduras
- Uso excesivo o inadecuado de lentes de contacto
En la mayoría de los casos puede ser una molestia pasajera y fácilmente superable. En otros, sin embargo, la molestia es tal que obliga a tomar ciertas medidas.
Todos tenemos en mayor o menor grado esa fotofobia, pero son más sensibles las personas que tienen los ojos claros. Estas personas padecen más intensamente la fotofobia, ya que sus ojos contienen menos pigmento que los proteja de la luz. Es por eso por lo que las razas de zonas soleadas suelen tener los ojos oscuros y las de lugares con menos cantidad de sol, tienen los ojos claros.
La reacción del ojo ante el exceso de luz es inmediata. Si en condiciones normales tenemos un parpadeo cada dos o tres segundos, cuando nos exponemos a un exceso de luz el parpadeo es más intenso y en décimas de segundo.
Asemejando el ojo a una cámara fotográfica, cuando hay una exposición alta de luz, cierra el diafragma, que es la pupila, y así la intensidad de la luz que entra es mucho menor. En circunstancias normales todo funciona bien, pero cuando la pupila no se contrae por si sola, ante el estímulo, surge la fotofobia.
Es habitual también padecer fotofobia, si se produce alguna irritación en el ojo. Cualquier luz molesta, y es conveniente protegerse los ojos. Para contrarrestar el exceso de luz se utilizan las gafas de sol.
Es importante conocer que utilizar gafas de sol de forma continuada y en lugares de poca luz no es conveniente. Ya que obliga a una dilatación continua de la pupila, lo que con el tiempo puede ocasionar problemas de tensión ocular.
Si los síntomas son intensos y persisten es necesario consultar con el especialista.